lunes, 11 de marzo de 2013

DESCANSANDO DE LA SOCIEDAD

Le pido disculpas a todo aquel que de vez en cuando se pasea por aquí, recalando en mis discretas y breves reflexiones, ya que últimamente se dilatan en fecha, en vez de acudir con frecuencia a mis dedos volcándose en la pantalla, para luego entrar por vuestras retinas y quizás rozar brevemente esa pequeña fibra interior que todos necesitamos sentir cada vez más a menudo.
No se trata de pereza, ni desidia, ni dejadez, ni por acumulación de tareas; se trata, tan solo, de cansancio, no de las palabras, no de este insignificante contacto virtual entre lo que yo necesito expresar y unos pocos vienen a buscar. Se trata del cansancio que ha surgido de retener tantas pésimas y devastadoras imágenes en mi memoria, acumulándose como una montaña de basura que nadie se hace cargo de reciclar y que, por mucho que lo intento, no consigo hacer desaparecer. 
No me he planteado mirar hacia otro lado, ni cerrar los ojos ante la colección de noticias diarias que convierten nuestros días en un rosario de calamidades; tan solo me han cegado tanto que me he visto obligada a entrecerrar los ojos, pero no encuentro alivio, ni tan siquiera parapetándome tras unas gafas de sol. Esta crisis no es solo económica, ni política, también es social y esa es la más dolorosa, porque mientras unos claman por resolver y solucionar esta insoportable situación, otros se aborregan sentandos frente a la televisión esperando que les vomiten encima algo con lo que entretenerse. 
Por eso mis palabras han menguado, sintiéndose inútiles entre tanto despropósito e indolencia, y miro tras la ventana a esa multitud huérfana de un futuro inmediato, jugando a disimular que no sucede nada.
Perdón, si por un breve lapsus de tiempo, necesito entrecerrar los ojos antes de acabar tan ciega como el resto.