miércoles, 26 de septiembre de 2012

UNA NORMALIDAD QUE EXASPERA

Distinguidas Señorías, señores diputados del Congreso, estimados representantes del pueblo; no puedo menos que felicitarles por la magnífica labor que realizaron ayer tarde. En unas condiciones poco propicias ustedes supieron actuar de manera loable y admirable llevando a cabo su trabajo con absoluta normalidad.
Parapetados y aislados, así han llegado a describirlo. Efectivamente ustedes estaban completamente aislados en su propia normalidad y rutina mientras la calle rugía. Esa calle llena del mismo pueblo al que ustedes se acercan cuando van rascando votos en época de campaña y ayer evitaban acobardados.
Su "normalidad" consistió en que los 50 diputados, de los 350 que deben acudir al Congreso, ignoraron lo que sucedía en el exterior, es decir, lo mismo que hacen siempre. 
¿Hasta cuándo creen que vamos a poder seguir aguantándolo? 


lunes, 24 de septiembre de 2012

EL DECADENTE ENTRETENIMIENTO

Celebro la llegada del otoño, aunque no por ningún sentimiento bucólico que me lleve a buscar poesías aptas para la esperada caída de las hojas, sino a la espera de cierta normalidad, si es que esa palabra es posible en nuestra actual realidad social.
Una normalidad que intuyo complicada en todos los estamentos sociales y que se refleja en sus anomalías hasta en el entretenimiento. Ya no solo por la subida del IVA que convierte el cine, la música o el teatro en un producto de lujo inalcanzable para economías que se sostienen sobre la cuerda floja, sino también por su repercusión en el entretenimiento más accesible a todos que es la televisión.
Sospecho que los recortes han llegado hasta tal punto que debe haberse producido una fuga de cerebros creativos, dejándonos desamparados y huérfanos de programaciones que cumplan la sencilla razón del entretenimiento digno, porque no vale cualquier calificativo para lo que se emite en televisión. 
Cada verano se repiten los programas de playas nacionales convertidas en espectáculos degradantes de gente pugnando por hacer el imbécil frente a la cámara o destinos turísticos internacionales (hasta en esto hay diferencia) dónde solo unos pocos afortunados disfrutan de los placeres de  paradisíacas playas. Como al parecer no teníamos suficiente con los programas que nos correspondían a este verano, nos han repetido los de años anteriores, constatando que el grado de imbecilidad ha ido creciendo ante la urgente necesidad de salir en la televisión antes de que este mundo nuestro acabe saltando por las nubes.
Si no teníamos suficiente con este infame espectáculo nos han repuesto series como Curro Jiménez, que debe haberse sentido algo anacrónico en el tiempo, sintiendo que sus patillas y su porte sobre el caballo no casaban bien con la familia de turno mostrándonos su comida para la playa, los saltos acrobáticos del chiquillo en la orilla o los bailes de la abuela que, secretamente, siempre quiso ser artista. 
Así que me congratulo de la llegada del otoño que arrancará de cuajo de la parrilla estos programas y similares que empeoran aún más, si cabe, la programación habitual; aunque puede ser que esta vez la televisión se quede como los árboles en esta época del año.     
Quizá no sea tan malo después de todo, más de alguno a lo mejor hasta descubre el placer de leerse un libro. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿CUESTIÓN DE ÉTICA O DE ESTÉTICA?

He deducido en estos meses de nuevo gobierno que el presidente del mismo o, al menos la cabeza visible, no se encuentra rodeado de las personas apropiadas; ya que si no algún asesor de imagen, compañero e incluso familiar le debería haber llamado la atención sobre su particular aspecto. Me explico, ¿nadie le ha hecho notar la diferencia de color entre su cabello y su barba? No puede seguir abusando del "Just for Men" en la cabeza, mientras que el pelo que cubre su cara encanece a medida que la prima de riesgo sube.
Esta marcada diferencia es incoherente, ridícula y si me apuran, algo cutre; pero tampoco debería de sorprendernos en exceso ya que Mariano Rajoy y su partido son muy dados a las diferencias extremas. De lo contrario no se comprendería que presentaran un programa político durante la campaña electoral y una vez en el poder la ejecución haya sido completamente distinta.
O, tal vez, simplemente intentaban camuflar las mentiras, claro que al igual que con el tinte del pelo ha resultado demasiado evidente.

lunes, 10 de septiembre de 2012

DE ANIMALES Y POLÍTICOS

Tengo la mala pata, y no va con segundas o quizás sí, de tener un vecino canino que ladra desaforadamente a cualquier hora del día, llamando la atención de todo el edificio que intuyo debe maldecirlo tanto como yo. Reconozco que mi amor por los animales se esfuma cada vez que escucho su agudo ladrido taladrando mi rutina o mi descanso. Procuro ser cabal y recordar que el comportamiento animal está supeditado a la educación del dueño, que en este caso resulta ser más animal que el propio can; ya que la fémina que lo acogió no solo no reprime los ladridos, sino que los acompaña del desacompasado ruido de sus tacones por toda la casa y las escaleras.
Por tanto, la responsable es la dueña y es a quién hay que dirigirse para reprocharle la molesta banda sonora con la que nos obliga a vivir.
De lo cual se deduce que ciertos comportamientos y actitudes no pueden ser reprochados a quién no tiene consciencia, por lo que si ahora nos resulta molesto el discordante "ruido" del actual gobierno, deberíamos dirigirnos a aquellos que los votaron pensando que no acabarían ladrando o tal vez sean éstos los que perdieron la consciencia y andan ahora, como todos, aullando.



domingo, 2 de septiembre de 2012

SIN CONSUELO

Cuando un niño pequeño, y especifico pequeño que no ésos otros que ya son medio proyecto de futuros adolescentes imberbes e irracionales; sienten que estás triste o preocupado, te miran con sus cargados ojos de inocencia intentando averiguar hasta dónde alcanza tu tristeza. Te abrazan con la mayor ternura y hasta te sueltan un: "No te preocupes".
Desafortunadamente ese consuelo gratuito y sincero se va perdiendo a medida que nos convertimos en adultos, y solo en algunas ocasiones demostramos que aún conservamos algo de humanidad por encima de tanta indolencia.
Esta cualidad, sin embargo, se pierde por completo en la política. En este caso los políticos quedan completamente amputados de empatía o lo que sería el consuelo por el dolor ajeno.
No son ni tan siquiera capaces de mirarnos a los ojos, ya no solo porque seamos simples expedientes y números, sino por pura vergüenza o, al menos, deberían tenerla.