miércoles, 17 de julio de 2013

LA SAGA DE LOS GENOVESES (I)

    El capo se atusó el pelo observando el resultado en el reflejo que de su propia imagen le devolvía su nuevo Rolex. Un reflejo algo distorsionado, pero brillante y dorado, enmarcando su cara imperfecta en la precisa esfera rectangular. El segundero, con ese sonido acompasado y rítmico, deslizándose de segundo a segundo, marcando en su imagen reflejada unos puntos cardinales invisibles, pero que él sabía ver: el flequillo repeinado hacia un lado, los pelos de las cejas bien alineados, las patillas y la barba repasadas, no muy pobladas pero tampoco dejando ver las marcas que la juventud le dejaron de recuerdo imborrable sobre la piel. Se observó las uñas y le produjo fastidio encontrar un pequeño padrastro en su pulgar derecho, el mismo con el que, en un intento de aparentar naturalidad y cercanía, suele dar el ok a sus empleados. Comenzó a mordisquearlo, dándole pequeños tironcitos con suavidad, evitando arrancárselo. Pero la pielecilla indomable se resistía a resquebrajarse bajo los dientes del capo y él, pertinaz, seguía lamiéndola, intentando vencerla finalmente. 
    Notó cierto escozor, avisándolo de que aquella incursión no acabaría bien, pero sus dientes, su lengua, su boca aún con aliento al café matutino, trabajaba como una excavadora insistente en aquel inquebrantable e insignificante trozo de piel que pretendía darle la mañana. 
    No pudo por menos que sentirse ridículo viéndose ahora con el dedo en la boca en el reflejo del espejo retrovisor. Las miradas del chófer y de él se encontraron sin tiempo a apartar su babeado dedo de la boca, maldiciéndose por mostrarse como un bebé, que busca consuelo en el pulgar. 
    El coche viró a la izquierda y enfiló la calle de las oficinas. La radio marcó las señales horarias y el boletín de noticias comenzó la sangría diaria a la que los tenían sometidos, desde que más de uno se había ido de la lengua. Escuchó con atención frunciendo el ceño, aquello no le gustaba, se sabía demasiado. La voz de la radio, impávida mientras desgranaba sus "negocios", llamó su atención con nuevos datos y pruebas descubiertos. Las aletas de la nariz se le abrieron intentando tomar bocanadas de aire que le calmaran, el coche paró frente al edificio de la sede, resopló y en un acto de autosuficienca se arrancó el insufrible padrastro. El dedo comenzó a sangrar ligeramente con un dolor intenso. Se acabó, pensó, un remedio eficaz y rápido. 


lunes, 15 de julio de 2013

REENCUENTRO

Afirmó J.S.Mill en su Diario que el fin del mismo residía en la necesidad de experimentar con los pensamientos y que para ello se obligaría a tener por lo menos un pensamiento cada día, que mereciera ponerse por escrito. Salvando las distancias, que son  muchas, este ha sido siempre mi propósito y mi prolongado silencio no se ha debido a la falta de pensamientos, dato que por cierto sería alarmante. Tampoco que no mereciera ponerse por escrito, no. Todo lo contrario, cada día mi antesala mental se llenaba de ideas y ocurrencias derivadas del devenir ya fuera personal o ese otro tan manido, social político/económico; pero yo misma le aplicaba un filtro que les impedía pasar de la antesala, ya que mi lenguaje, probablemente empobrecido y en crisis como todos nosotros, se había dejado menguar y amilanar contagiado del aquel con el que nos tratan a diario, formulando tan solo despropósitos faltos de argumentación racional y plagados de improperios, hablando en plata, insultos, maldiciones y todos los sapos y culebras propios del enfado de un personaje de cómic. Ahora espero haberme redimido y retomar el sano ejercicio de construir con la palabra, aunque permítanme la licencia ocasional de que la vehemencia verbal me supere y acabe blasfemando contra todos aquellos para los que servimos de escarnio, es decir, se va a reír de nosotros vuestra ......... madre. Más claro, agua.