viernes, 8 de junio de 2012

LA HISTORIA DE UN ZAPATO

Los zapatos ya no son los protagonistas de un cuento de príncipes y aspirantes a princesas, porque ser plebeya es vulgar, con final feliz al encajar el zapatito en el diminuto pie de la ansiosa joven.
Ahora son armas arrojadizas como protesta o, más bien, pataleta incontrolada en la que ante la perdida total de racionalidad se acaba lanzando lo primero que se tiene a mano. La ira y la rabia ciegan mentes, hasta ese momento claras, y se apoderan del impulso de agredir al que no atiende a razones ni a lógica.
Pero un zapato es eso, un simple objeto que a lo sumo con algo de distancia y un poco de fuerza (simples leyes físicas), podría causar algún moratón y la consabida humillación pública.
El más famoso de los zapatazos lo perpetró el periodista chií Mountazer al Zaidi contra George W. Bush en una rueda de prensa en Bagdad. Iraq, país islámico y con leyes inflexibles, determinó que nueve meses fueron suficientes para que el sublevado periodista aprendiera la lección de que "No se deben tirar zapatos a altos dignatarios" (salvando las distancias con lo que respecta a Bush, claro).
Otro sonado zapatazo tuvo lugar en Sevilla, cuando el kurdo Hokman Joma lanzó su zapato (comprado con un sueldo de camarero) contra el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan. Las leyes españolas, país europeo y civilizado (o al menos eso tenemos entendido), lo sentenció a tres años de prisión que va a cumplir íntegros, aunque en reiteradas ocasiones se ha solicitado su indulto, recomendado hasta por el propio magistrado que le impuso la pena al considerar desproporcionado el castigo con respecto al acto cometido. 
El gobierno español, sea del color que sea, ha preferido guardar la compostura diplomática antes que atender a la razón. Mientras, se indultan a banqueros y políticos corruptos, que muchos de ellos ni tendrán que verse las caras ante un juez.
Hokman Joma arrojó un solo zapato en un momento de arrebato, pero ahora está siendo pisoteado por varios pares de zapatos, que embuten pies que jamás caminaron descalzos por el desierto. 





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