viernes, 4 de mayo de 2012

GRITA

Un solo grito, el de Munch, le ha costado a algún ambicioso coleccionista la no despreciable cantidad de 91,2 millones de euros. 
El resto de gritos, aquellos que nacen de la rabia, la ira, la indignación o la injusticia siguen siendo gratuitos. Los gritos que rasgan las noches en Siria, cuando aún conscientes de la certera muerte, el pueblo sigue saliendo a reclamar libertad. El grito desconsolado de las madres que entierran a sus hijos en el Cuerno de África, después de que el hambre se los haya llevado para siempre. 
Los gritos rebeldes de los que empiezan a comprender que su futuro está menguando, cuando aún ni siquiera les han dejado dar los primeros pasos. El clamor indignado que recorre las calles, de esquina en esquina, buscando y reclamando adeptos a la causa. El alarido incontenible de quien ha sufrido en silencio, la tortura de la rutina y sus desgracias, convirtiéndoles en presas perfectas para nuestra banca imperfecta. El grito, contra las injusticias que nos acosan y que las provocan, incomprensiblemente, los propios que nos gobiernan.
El grito, para romper ese silencio que nos aísla de la realidad.
El grito, como arma de defensa, aunque puede que pronto nos persigan por ello. 
El grito, más fuerte que nunca, alto y claro; que éste de momento es gratis. 
Así que dejemos de ser sumisos, cobardes y conformistas; porque tenemos motivos más que suficientes para alzar la voz y gritar.




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