martes, 15 de enero de 2013

UN GOLPE EN LA MESA

Cuando el nivel de ira y rabia contenida se eleva en nuestro organismo, necesitamos imperiosamente desprendernos de él; un grito a tiempo, un improperio a destiempo y últimamente, más que nunca, el golpe en la mesa. Ese con el que relacionábamos la reacción de nuestros padres enfurecidos con nosotros, con el trabajo, con el mundo o consigo mismo. 
Ahora nosotros lo emulamos con demasiada frecuencia. La realidad nos evidencia cada día más lo solos que estamos en medio de esta vorágine económica, política y social. Y consideramos que una respuesta rápida a nuestra desesperación es dar con fuerza un golpe en la mesa.
Lo damos. Un golpe seco, que a menudo hasta nos asusta. Resuena y se tambalea todo lo que hay sobre ella. Probamos a deslizar nuestros brazos a diestro y siniestro, arrasando con lo que haya en la mesa. 
Sorprendentemente descubriremos que todo cae; lo de la derecha por la derecha, lo de la izquierda por la izquierda y lo de centro según le convenga, sí, pero al fin y al cabo caerán por el mismo abismo que es el borde de la mesa. 

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