miércoles, 2 de enero de 2013

SALIDAS DE EMERGENCIA

Las fiestas navideñas se han mimetizado tanto con nuestros estilos de vida que ahora se asemeja sobremanera a un centro comercial.
Todos acuden a ella en masa buscando ese "no sé qué" incapaz de encontrarlo en ningún otro lugar y que previo pago le reportará un fugaz pero intenso momento de felicidad. 
Posee su propio horario especial, impidiendo el acceso a la fraternidad, la paz y la solidaridad fuera del horario comercial. Ofrece ofertas promocionales para captar nuevos clientes y para fidelizar a los habituales. Se adorna con las mejores luces para atraer al público reticente y utiliza eslóganes para captar la atención de aquellos incautos que pretendían pasar de largo de esta hoja del calendario.
Todo el contenido material navideño imprescindible para pasar unas navidades aceptables socialmente se encuentra en los centros comerciales, envueltos por ese "amor" tasado económicamente y pensado por  las mentes creativas, dispuestas a vendernos lo invendible: ya sea un jersey creado en serie, como la historia de un dios que ahora se viste de Massimo Dutti, Bershka o Zara, según bolsillos. 
Solo observo un fallo en esta asimilación de la Navidad con los centros comerciales y es que, a diferencia de ellos, no posee salidas de emergencias. Así que estamos condenados a permanecer dentro de ella hasta el final, sin poder escaparnos por alguna de esas puertas que nos conceden la libertad aunque nos delaten de desertar con sus alarmas acusatorias, bajo la atenta mirada reprobatoria del resto que nos observa huir de la manada.



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